jueves, 11 de septiembre de 2008

DANZA CONTEMPORANEA -TEMPORADA 2008


DANZA CONTEMPORANEA
BIBLIOTECA JOSE INGENIEROS
INDEPENDENCIA 669
ZARATE
COREOGRAFIA
INTERPRETACION
MARIA ALEJANDRA MARQUEZ
ROSANA OCHOA
TEMPORADA 2008
ESPACIO ESCÉNICO
Desde nuestra página acompañaremos cada invitación que recibimos en nuestro correo con un cuento o poesía, en esta ocasión un CUENTO DEL LIBRO "LOS SERES IMAGINARIOS" de JORGE LUIS BORGES:
A BAO A QU

Para contemplar el paisaje más maravilloso del mundo, hay que llegar al último piso de la
Torre de la Victoria, en Chitor. Hay ahí una terraza circular que permite dominar todo el
horizonte. Una escalera de caracol lleva a la terraza, pero sólo se atreven a subir los no
creyentes de la fábula, que dice así:
En la escalera de la Torre de la Victoria, habita desde el principio del tiempo el A Bao A Qu,
sensible a los valores de las almas humanas. Vive en estado letárgico, en el primer escalón, y
sólo goza de vida consciente cuando alguien sube la escalera. La vibración de la persona que
se acerca le infunde vida, y una luz interior se insinúa en él. Al mismo tiempo, su cuerpo y su
piel casi traslúcida empiezan a moverse. Cuando alguien asciende la escalera, el A Bao A Qu
se coloca en los talones del visitante y sube prendiéndose del borde de los escalones curvos y
gastados por los pies de generaciones de peregrinos. En cada escalón se intensifica su color,
su forma se perfecciona y la luz que irradia es cada vez más brillante. Testimonio de su
sensibilidad es el hecho de que sólo logra su forma perfecta en el último escalón, cuando el
que sube es un ser evolucionado espiritualmente. De no ser así el así, el A Bao A Qu queda
como paralizado antes de llegar, su cuerpo incompleto, su color indefinido y su luz vacilante.
El A Bao A Qu sufre cuando no puede formarse totalmente, y su queja es un rumor apenas
perceptible, semejante al roce de la seda. Pero cuando el hombre o la mujer que lo reviven
están llenos de pureza, el A Bao A Qu puede llegar al último escalón, ya completamente
formado e irradiando una viva luz azul. Su vuelta a la vida es muy breve, pues al bajar el
peregrino, el A Bao A Qu rueda y cae hasta el escalón inicial, donde, ya apagado y semejante
a una lámina de contornos vagos, espera al próximo visitante. Sólo es posible verlo bien
cuando llega a la mitad de la escalera, donde las prolongaciones de su cuerpo, que a manera
de bracitos lo ayudan a subir, se definen con claridad. Hay quien dice que mira con todo el
cuerpo y que al tacto recuerda la piel del durazno.
En el curso de los siglos, el A Bao A Qu ha llegado una sola vez a la perfección.
El capitán Burton registra la leyenda del A Bao A Qu en una de las notas de su versión de Las
Mil y Una Noches.
Jorge Luis Borges