Ojos viejos
Los noté cansados, ¿quizás de la vida?
reflejando rayos de sacra humildad,
y dudé si verían -ojos ya sin sueños-
de mis ojos tristes las penas de adentro,
(tal como veían esas travesuras
que allá de chiquillo, se las escondía)...
Me abracé a su alma más que a ese cuerpo
mustiamente gacho de dolor y tiempo,
y capté al instante que me perforaba
mirada y pregunta de sus ojos tiernos.
Sentí irse el hombre al volverme niño,
con transidas lágrimas de amargo silencio;
ella, con un beso redujo mi pena,
diciendo, muy calma ¿Dónde están mis nietos?
Los traje conmigo...ellos querían verte,
pues que en cierta forma quedan como huérfanos...
¡No mi hombre chico. La madre está viva!
y no tendrá otro empeño que amar a sus hijos.
Aunque a ti te duela, mi triste pequeño,
la madre es muy grande queriendo a sus niños.
¡El amor materno es todo un precepto!
Me dio un nuevo abrazo. Me endulzó con besos.
Su frágil regazo acunó a los nietos.
Le dio las caricias de sus flacas manos...
a la luz divina de sus ojos viejos.
Roque Alcides Azamor
sábado, 15 de noviembre de 2008
jueves, 13 de noviembre de 2008
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